"Le pagine corsare "
dedicate a Pier Paolo Pasolini
Eretico e Corsaro
Pier Paolo Pasolini: "Ya no hay más seres humanos, sólo extrañas máquinas que se abaten unas contra otras" (6)
Pasolini fue autor de notables trabajos sobre la poesía dialectal y popular de su país. Antes de iniciar su etapa como director cinematográfico había publicado los ensayos "Passione e ideologia" (Pasión e ideología) y las antologías "Poesia dialettale del Novecento" (Poesía dialectal del siglo XX) y "Canzoniere italiano. Antologia della poesia popolare" (Antología de la poesía popular), textos en los que intentó revalorizar lo popular como vehículo de expresión de la realidad. Luego, sin descuidar la realización, siguió reflexionanado sobre lengua, literatura y cine en "Empirismo eretico" (Empirismo erético), "Scritti corsari" (Escritos corsarios) y "Lettere luterane" (Cartas luteranas). Sin embargo, desde mediados de la década del '60, Pasolini encontró en el cine el lenguaje apropiado para exhibir el virtuosismo de su imaginación. Para Pasolini, el cine representaba "la realidad mediante la realidad. La realidad se descubre por medio de su reproducción y pone en evidencia su expresividad; es el lenguaje de la acción y, como tal, construye una semiología de la realidad". "Al principio, cuando comencé a hacer cine -contó en 1975-, pensé que era sólo la adopción de una técnica distinta, casi diría, de una técnica literaria distinta. Pero luego advertí, poco a poco, que era la adopción de una lengua diferente. Entonces abandoné la lengua italiana, con la cual me expresaba como hombre de letras, para adoptar la lengua cinematográfica. He dicho varias veces como protesta, como total contestación, que habría querido renunciar a la nacionalidad italiana. Haciendo cine, en cierto sentido he renunciado a la lengua italiana, es decir, a mi nacionalidad. Pero hay otra verdad, tal vez más complicada y profunda: la lengua expresa la realidad a través de un sistema de signos. En cambio, un director expresa la realidad a través de la realidad. Esta es quizás la razón por la cual me gusta el cine y lo prefiero a la literatura, porque expresando la realidad como realidad, opero y vivo continuamente al nivel de la realidad. Un poeta usa la palabra 'flor', ¿pero de dónde la toma? La toma de nuestro lenguaje de hombres que comunicamos. La poesía no nos importa nada. Usamos la palabra 'flor' porque sirve a nuestras relaciones humanas. En cambio, ¿en qué otro lenguaje se fundan las imágenes? Se fundan en las imágenes de los sueños y de la memoria. Al soñar y al recordar, rodamos pequeños films en nuestras cabezas. Entonces, el cine se basa en un lenguaje completamente irracional: los sueños, la memoria y la realidad como hecho bruto. Una imagen es infinitamente más onírica que una palabra. En el fondo, cuando uno ha visto un film, le parece haber soñado". La clave de ese pasaje de un lenguaje a otro quedó dicha en sus declaraciones a la hoy legendaria revista "Bianco e Nero": "Si me he decidido a hacer cine es porque quise hacerlo exactamente así como escribo poesía, como escribo novela. Yo, por fuerza, debía ser autor de mis películas, no podía ser un coautor o un director en el sentido profesional de quien pone en escena algo; tenía que ser autor, en todo momento de mi obra". El 1 de noviembre de 1975, pocas horas antes de que fuese asesinado, Pasolini conversó con el periodista italiano Furio Colombo. La entrevista fue publicada en el suplemento "Tuttolibri" del periódico "La Stampa" una semana más tarde, el 8 de noviembre de 1975.
Pasolini, en tus artículos y en tus escritos has dado muchas versiones de lo que detestas. Has abierto una lucha, solo, contra muchas cosas, instituciones, convicciones, personas, poderes. Para que sea menos complicado el discurso yo diré "la situación", y tu sabrás que quiero hablar de la escena en contra de la que, en general, luchas. Ahora te hago esta objeción. La "situación", con todos los males que tú dices, contiene todo lo que te permite ser Pasolini. Quiero decir: tuyo es el mérito y el talento. ¿Pero los instrumentos? Los instrumentos son de la "situación". Editorial, cine, organización, hasta los objetos. Pongamos que el tuyo sea un pensamiento mágico. Haces un gesto y todo desaparece. Todo eso que detestas. ¿Y tú? ¿No te quedarías solo y sin medios? Quiero decir medios expresivos, quiero...
Sí, he entendido. Pero ese pensamiento mágico yo no sólo lo intento, sino que me lo creo. No en el sentido de médium, sino porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. A pequeña escala, un buen ejemplo nos lo proporcionan los radicales, cuatro gatos que consiguen remover la conciencia de un país (y tú sabes que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero precisamente ahora estoy a punto de salir para ir a su congreso). A gran escala, el mejor ejemplo proviene de la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, nunca los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total; no sobre este o aquel punto "absurdo", no de sentido común. Eichmann, amigo mío, tenía mucho sentido común. ¿Qué le faltó? Le faltó decir no, pero cuando estaba en lo alto, al principio, cuando lo que hacía era sólo administración rutinaria, burocracia. A lo mejor incluso habrá dicho a los amigos: a mí ese Himmler no me gusta mucho. Habrá murmurado, como se murmura en los editoriales, en los periódicos, en el mundo del amiguismo y en la televisión. O también se habrá rebelado porque este o aquel tren se paraba una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados, cuando hubieran sido más funcionales o más económicas dos paradas. Pero nunca bloqueó la maquinaria. Entonces los problemas son tres. Cuál es, como dices tú, la "situación", y por qué se debería pararla o destruirla. Y cómo.
Eso es, describe la "situación". Sabes perfectamente que tus intervenciones y tu lenguaje tienen un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco.
Gracias por la imagen del sol, pero pretendo mucho menos. Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, tomamos el horario de trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que han chocado? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos gusta hasta el delirio. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en el sótano está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. Perderemos algunos camaradas y después nos organizaremos y quitaremos de en medio a los otros, ¿no te parece? Yo sé que cuando dan en televisión "¿Arde París?" todos están ante el televisor, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de que la historia se repita, bella, limpia (un efecto del tiempo es que "lava" las cosas, como las fachadas de las casas). Sencillo; yo aquí, tú allí. No hagamos bromas con la sangre, el dolor, la fatiga que la gente pagó entonces por "elegir". Cuando estás con la cara aplastada contra aquel momento, aquel minuto de la historia, elegir es siempre una tragedia. Pero, admitámoslo, era más sencillo. El fascista de Saló, el nazi de las SS, el hombre normal, con la ayuda del valor y de la conciencia, consigue rechazarlos, incluso en su vida interior (que es donde empieza siempre la revolución). Pero ahora no. Uno se te acerca vestido de amigo, es gentil, cortés, y "colabora" (pongamos que en la televisión), por ir tirando o porque no es un delito. El otro -o los otros, los grupos- te sale al encuentro o se te echa encima con sus chantajes ideológicos, con sus sermones, sus prédicas, sus anatemas, y tú sientes que también son amenazas. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa del poder?
¿Qué es el poder? Según tú, ¿dónde está, dónde se encuentra, cómo lo sacas de su madriguera?
El poder es un sistema de educación que nos divide en sojuzgados y sojuzgadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma manera. Si tengo en las manos un consejo de administración o una operación bursátil, los utilizo. Si no, una barra de hierro. Y cuando utilizo una barra de hierro hago uso de mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Yo ejerzo mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno.
Te han acusado de no distinguir política e ideológicamente, de haber perdido el sentido de la diferencia profunda que tiene que haber entre fascistas y no fascistas, por ejemplo entre los jóvenes.
Por eso te hablaba del horario de trenes del año pasado. ¿Nunca has visto esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo para un lado y la cabeza para otro? Me parece que Totó hacía un truco parecido. Así veo yo la inmensa tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las intenciones más nobles: las cosas suceden aquí y la cabeza mira hacia allá. No digo que no exista el fascismo. Digo: dejen de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un paisaje distinto. Aquí existe el deseo de matar. Y este deseo nos ata como hermanos siniestros de un fracaso siniestro de todo un sistema social. También a mí me gustaría que todo se resolviese con aislar a la oveja negra. Yo también veo las ovejas negras. Veo muchas. Las veo todas. Este es el problema, ya se lo he dicho a Moravia: por la vida que llevo pago un precio... Es como alguien que baja al infierno. Pero cuando vuelvo -si es que vuelvo- he visto otras cosas, más cosas. No digo que tengan que creerme. Digo que tienen que cambiar continuamente de discurso para no enfrentarse a la verdad.
¿Y cuál es la verdad?
Siento haber utilizado esta palabra. Quería decir "evidencia". Deja que ponga otra vez las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la competición por tenerlo todo a toda costa. A esta arena se nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es "estar con los débiles". Pero yo digo que, en cierto sentido, todos son los débiles porque todos son víctimas. Y todos son los culpables porque todos están listos para el juego de la masacre con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir.
Pasolini, en tus artículos y en tus escritos has dado muchas versiones de lo que detestas. Has abierto una lucha, solo, contra muchas cosas, instituciones, convicciones, personas, poderes. Para que sea menos complicado el discurso yo diré "la situación", y tu sabrás que quiero hablar de la escena en contra de la que, en general, luchas. Ahora te hago esta objeción. La "situación", con todos los males que tú dices, contiene todo lo que te permite ser Pasolini. Quiero decir: tuyo es el mérito y el talento. ¿Pero los instrumentos? Los instrumentos son de la "situación". Editorial, cine, organización, hasta los objetos. Pongamos que el tuyo sea un pensamiento mágico. Haces un gesto y todo desaparece. Todo eso que detestas. ¿Y tú? ¿No te quedarías solo y sin medios? Quiero decir medios expresivos, quiero...
Sí, he entendido. Pero ese pensamiento mágico yo no sólo lo intento, sino que me lo creo. No en el sentido de médium, sino porque sé que golpeando siempre sobre el mismo clavo puede hasta derribarse una casa. A pequeña escala, un buen ejemplo nos lo proporcionan los radicales, cuatro gatos que consiguen remover la conciencia de un país (y tú sabes que no siempre estoy de acuerdo con ellos, pero precisamente ahora estoy a punto de salir para ir a su congreso). A gran escala, el mejor ejemplo proviene de la historia. El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales. Los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho no, nunca los cortesanos y los ayudantes de los cardenales. El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total; no sobre este o aquel punto "absurdo", no de sentido común. Eichmann, amigo mío, tenía mucho sentido común. ¿Qué le faltó? Le faltó decir no, pero cuando estaba en lo alto, al principio, cuando lo que hacía era sólo administración rutinaria, burocracia. A lo mejor incluso habrá dicho a los amigos: a mí ese Himmler no me gusta mucho. Habrá murmurado, como se murmura en los editoriales, en los periódicos, en el mundo del amiguismo y en la televisión. O también se habrá rebelado porque este o aquel tren se paraba una vez al día para las necesidades y el pan y el agua de los deportados, cuando hubieran sido más funcionales o más económicas dos paradas. Pero nunca bloqueó la maquinaria. Entonces los problemas son tres. Cuál es, como dices tú, la "situación", y por qué se debería pararla o destruirla. Y cómo.
Eso es, describe la "situación". Sabes perfectamente que tus intervenciones y tu lenguaje tienen un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco.
Gracias por la imagen del sol, pero pretendo mucho menos. Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras. Y nosotros, los intelectuales, tomamos el horario de trenes del año pasado, o de hace diez años, y decimos: qué extraño, esos dos trenes no pasan por ahí, ¿cómo es que han chocado? O el maquinista se ha vuelto loco o es un criminal aislado o se trata de un complot. El complot, sobre todo, nos gusta hasta el delirio. Nos libera de todo el peso de enfrentarnos solos a la verdad. Qué bien si mientras nosotros estamos aquí charlando alguno en el sótano está haciendo planes para deshacerse de nosotros. Es fácil, es sencillo, es la resistencia. Perderemos algunos camaradas y después nos organizaremos y quitaremos de en medio a los otros, ¿no te parece? Yo sé que cuando dan en televisión "¿Arde París?" todos están ante el televisor, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de que la historia se repita, bella, limpia (un efecto del tiempo es que "lava" las cosas, como las fachadas de las casas). Sencillo; yo aquí, tú allí. No hagamos bromas con la sangre, el dolor, la fatiga que la gente pagó entonces por "elegir". Cuando estás con la cara aplastada contra aquel momento, aquel minuto de la historia, elegir es siempre una tragedia. Pero, admitámoslo, era más sencillo. El fascista de Saló, el nazi de las SS, el hombre normal, con la ayuda del valor y de la conciencia, consigue rechazarlos, incluso en su vida interior (que es donde empieza siempre la revolución). Pero ahora no. Uno se te acerca vestido de amigo, es gentil, cortés, y "colabora" (pongamos que en la televisión), por ir tirando o porque no es un delito. El otro -o los otros, los grupos- te sale al encuentro o se te echa encima con sus chantajes ideológicos, con sus sermones, sus prédicas, sus anatemas, y tú sientes que también son amenazas. Desfilan con banderas y consignas, pero ¿qué los separa del poder?
¿Qué es el poder? Según tú, ¿dónde está, dónde se encuentra, cómo lo sacas de su madriguera?
El poder es un sistema de educación que nos divide en sojuzgados y sojuzgadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma manera. Si tengo en las manos un consejo de administración o una operación bursátil, los utilizo. Si no, una barra de hierro. Y cuando utilizo una barra de hierro hago uso de mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que es una virtud quererlo. Yo ejerzo mi derecho-virtud. Soy asesino y soy bueno.
Te han acusado de no distinguir política e ideológicamente, de haber perdido el sentido de la diferencia profunda que tiene que haber entre fascistas y no fascistas, por ejemplo entre los jóvenes.
Por eso te hablaba del horario de trenes del año pasado. ¿Nunca has visto esas marionetas que hacen reír tanto a los niños porque tienen el cuerpo para un lado y la cabeza para otro? Me parece que Totó hacía un truco parecido. Así veo yo la inmensa tropa de intelectuales, sociólogos, expertos y periodistas de las intenciones más nobles: las cosas suceden aquí y la cabeza mira hacia allá. No digo que no exista el fascismo. Digo: dejen de hablarme del mar mientras estamos en la montaña. Este es un paisaje distinto. Aquí existe el deseo de matar. Y este deseo nos ata como hermanos siniestros de un fracaso siniestro de todo un sistema social. También a mí me gustaría que todo se resolviese con aislar a la oveja negra. Yo también veo las ovejas negras. Veo muchas. Las veo todas. Este es el problema, ya se lo he dicho a Moravia: por la vida que llevo pago un precio... Es como alguien que baja al infierno. Pero cuando vuelvo -si es que vuelvo- he visto otras cosas, más cosas. No digo que tengan que creerme. Digo que tienen que cambiar continuamente de discurso para no enfrentarse a la verdad.
¿Y cuál es la verdad?
Siento haber utilizado esta palabra. Quería decir "evidencia". Deja que ponga otra vez las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la competición por tenerlo todo a toda costa. A esta arena se nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es "estar con los débiles". Pero yo digo que, en cierto sentido, todos son los débiles porque todos son víctimas. Y todos son los culpables porque todos están listos para el juego de la masacre con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir.
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